viernes, 30 de marzo de 2012

“A NOSOTROS NOS GANÓ EL GENERAL VANDENBERGH…”

Hacía rato que no se reía tanto. Esta vez sí que no hubo recuerdos tristes, ni ninguno se bajoneó por algo que se dijo. Todo fue reírse, desde el principio hasta el final. También, verlo al Rulo con la bandera argentina corriendo a los Holligans, fue como recuperar Puerto Argentino. Seguro que no es lo mismo, que no se puede comparar, que la “Mano de Dios” no puede hacer olvidar a la “Garra del diablo”, pero es una revancha, un poco de sabor a victoria entre tanto gusto a derrota.
Hace cuatro años, desde que volvieron de Malvinas, que se juntan todos los meses. Los mismos seis que salieron de Puerto Belgrano aquel 10 de abril rumbo a las Islas. Desde entonces son inseparables. Faltan “El Viejo” Ramírez y “El Negro” Carracedo que quedaron en Monte Longdon eternamente.
Parece mentira que ya pasaron cuatro años. Al principio creyó que iba a quedar inmóvil para siempre, pero después de tanto darle a la rehabilitación, por lo menos hoy puede estar sentado aunque sea en una silla de ruedas. Todavía se acuerda cuando en el Hospital Militar el médico le mostró la radiografía a la vieja:
- “¿Ve señora?, la esquirla le rompió la espina dorsal. Por suerte no atravesó ningún órgano importante, pero lamentablemente su hijo no va a volver a caminar”.
Ellos creían que estaba dormido, que no escuchaba lo que hablaban, pero no, escuchó todo y por la rendija de la venda que le cubría la cabeza y casi los dos ojos, pudo ver su columna destrozada.
Pensar que por pocas horas casi zafa. Justo en el último día, cuando todo se terminaba, el 13 de junio, en el último ataque inglés sobre el Monte antes de tomar Puerto Argentino, se fueron a descuidar. Sino, no pasaba nada.
- ¡Los ingleses estaban perdidos, viejo, ya los teníamos, un día más que resistiéramos y hubiesen empezado a retroceder! Es lo que yo digo y nadie me lo va a sacar de la cabeza: ¡A nosotros nos ganó el “General” Vandenbergh!, repetía Lucho enfurecido a quien quisiera escuchar.
La primera vez que se lo dijo a los muchachos lo miraron espantados pensando que además de la columna, había quedado sonado del mate. Creyeron que estaba desvariando, que tenía algún síndrome post-traumático que le había afectado el razonamiento y la memoria. Cambiaron de tema enseguida. ¿Quién era ese tal Vandenbergh? ¿De dónde había salido? Si todos sabían a esa altura que el jefe de las tropas británicas era Jeremy Moore y el segundo se llamaba Julián Thomson. ¿De dónde había sacado eso que el responsable de la victoria pirata era ese tal Vander…no se qué?
Después que se los dijo se arrepintió. Sintió que sus amigos todavía no estaban preparados para que les explicara quien era Vandenbergh y porqué pensaba así.
Después de todo, los únicos que estaban con el en el momento que ocurrió eran “El Viejo” Ramírez y “El Negro” Carracedo, pero ellos se habían quedado allá, en las alturas del Monte, porque la ráfaga de los Sea Harrier les pegó de pleno y a él le reboto una esquirla que le destrozó la médula. Más adelante les iba contar, por ahora no, ya iba a llegar el momento de explicarles porque para él Vanderbergh había sido decisivo.
- Muchachos, discúlpenme, me voy un rato a la pieza. Me duele mucho la espalda, debe ser por la tensión del partido. Ustedes quedensé y sigan gozándola, después los veo.
Para Lucho hasta los 18 años la vida no pasaba por otro lado que no fuera el fútbol. El mundial 78 lo fanatizó tanto que vivía esperando que empiece el próximo. Ese sí que iba a ser un mundial que íbamos a ganar sin dudas. El 6 a 0 a los peruanos había dejado un manto de sospecha, de arreglo entre milicos para que la dictadura argentina sacara pecho ante el pueblo, que hizo que el triunfo dejara serias dudas. Pero el de España era otra cosa. Además, en el 78 Menotti lo dejó afuera al Diego, pero ahora no había vuelta, esta vez Maradona era número puesto y después de ser campeón con Boca y ahora que iba a jugar en Barcelona, seguro que Argentina iba a ser Campeón del mundo otra vez y Diego, el mejor de todos.
Así transcurría la vida de Luis en esos días de principios del 82. Cuando llegó la carta para presentarse en Arana, sintió un escalofrío que lo conmovió.
La cabeza le empezó a andar a mil y a la tarde, cuando se encontró con sus amigos les contó sus temores.
- ¡Che, me llamaron para hacer la colimba! ¡Tengo que presentarme el lunes!
Cacho lo miró con cara de resignación y le dijo:
- “ Que le vas a hacer Lucho, te tocó, pero ahora no pasa nada, jodido fue con los de la clase 55, 58, los que hicieron la colimba en el 76, 77, a esos pibes los sacaban a hacer operativos, tenían que ir a reventar casas, a secuestrar gente, ¡no sabes como volvieron! Ahora está todo más tranqui…”
- Pero no boludo, no entendés. ¡Faltan tres meses para el mundial! ¡Empieza el 13 de junio y yo voy a estar adentro! Mirá si los milicos no me dejan ver los partidos. ¡Yo me pego un tiro en las bolas, me quiero morir…!
Y si, tenía razón. Había que ver donde estaba para el partido inaugural, con Bélgica, el 13 de junio al mediodía.
Ese fin de semana antes de presentarse, fue un calvario. “¿No podían haberme llamado después del mundial, para qué carajo nos quieren ahora en marzo sino pasa nada?. No hay guerra con los chilenos, no hay guerrilleros, ¡¿para qué nos quieren ahora?!”.
El lunes se despidió de los viejos con la idea que en unos días estaba de vuelta, con la primera salida. Mientras esperaba que lo llamen, en el playón del Regimiento de Infantería 7, todavía le quedaba la esperanza que le digan que había muchos, que sobraban pibes y por ahí lo mandaban de vuelta. Pero cuando empezaron a poner los camiones de culata y les dijeron que juntaran los bagayos y que suban, se dio cuenta que la cosa se complicaba. Ya en el camión, conoció a los otros que fueron sus compañeros inseparables. Y ahí se enteró de la mala noticia: iban para Puerto Belgrano. “¿Y eso dónde queda? ¿Qué colectivo va para ahí?”, le preguntó al “Viejo” Ramírez que estaba sentado al lado suyo. El “Viejo” Ramírez era clase 59, tenía como cuatro años más que el resto de los colimbas que tenían 18, había pedido prórroga por estudios pero se le terminó y tuvo que presentarse.
- “No boludo, le contestó el “Viejo”, ¿Que colectivo?, Puerto Belgrano queda en Bahía Blanca, ¿Viste la loma del orto?, bueno, un poco más allá. En este camión que va a 40, tenemos como un día de viaje...”
No lo podía creer. Bahía Blanca… ¿Habría tele en Bahía Blanca para ver el mundial…?
Apenas llegó a la base naval empezó a averiguar si ahí tenían televisores. Le dijeron que solo había en el Casino de Oficiales, pero que en ese lugar no entraban los colimbas. Todos los días de marzo se la pasó averiguando como iban a hacer para ver el mundial. Al principio los milicos se calentaban, le contestaban mal, se los veía nerviosos y encima Lucho los cargoseaba con eso de la tele para ver los partidos. Al final ya lo tomaban en joda y no se calentaban tanto, ya sabían que a él sólo le importaba el fútbol y el próximo mundial.
Cuando el 2 de abril se despertaron con la noticia que habíamos tomado Malvinas, el corazón casi le salta del pecho. ¡Malvinas!, ¡Las Islas Malvinas!, ¡Esas Islas de las que tanto me había hablado mi viejo, las Islas que se robaron los piratas ingleses hacía más de 100 años…!
Después del primer momento de euforia, empezó a entender porque los habían traído a Bahía Blanca. Durante todos esos días, Lucho y sus amigos de colimba se preguntaban qué tenía que hacer un Regimiento del Ejército en una base naval. Ahora entendían. Seguro que irían a Malvinas, para eso estaban preparados los barcos que estaban en el Puerto. Por eso es que los están poniendo en condiciones. Algunos de sus amigos se bajonearon, empezaron a tomar conciencia que iban a la guerra. Lucho no, él tenía demasiadas cosas contra los ingleses. Su viejo le contó todas las que nos hicieron: las Invasiones Inglesas, la Vuelta de Obligado, las Malvinas, la expulsión de Rattin…, fueron muchas las cosas que nos habían hecho los piratas y ahora había llegado el momento de cobrarles…
A la noche de ese 2 de abril, mientras todos ya dormían, lo despertó al “Viejo” Ramírez, su “Gurú”, su oráculo que todo lo sabía: “Che Viejo, despertate, escuchame una cosa, ahí, adonde vamos, en las Islas, ¿Habrá tele para ver el Mundial...?
- Sí, Lucho, seguro, ¿Cómo no va a haber televisión para ver a la blanquiceleste, si las Malvinas son Argentinas…?!
El viaje hasta las islas les llevó 10 días. Al amanecer del 20 de abril, bajo una llovizna persistente desembarcaban y enfilaron los ocho, inseparables como el primer día, rumbo a Puerto Argentino.
Mientras el grupo se acomodaba, Lucho salió a recorrer el pueblo con una sola preocupación: averiguar si había algún lugar donde se pudiera ver el mundial. Mientras caminaba se dio cuenta que la cosa iba en serio. Los kelpers miraban por los visillos de las casas, sin siquiera asomarse, mientras las tropas argentinas patrullaban la ciudad en toque de queda. Ahí se dio cuenta que lo que había pensado que era hacerse amigo de una familia con tele, la realidad era muy distinta. Los kelpers son ingleses, no nos quieren, al contrario, hay que tener cuidado que no te peguen un tiro por la espalda…
Volvió desilusionado. Los muchachos ya estaban preocupados porque había tardado mucho. Les contó el ambiente que se respiraba por las calles de Puerto Argentino y lo peor de todo: empezaba a pensar que se iba a perder el mundial. No lo iba a poder ver.
Al otro día, su objetivo inicial ya se había reducido. Bueno, por televisión no, pero seguro que alguna radio se podrá conseguir, aunque sea para escucharlo.
Los levantaron bien temprano. Había que salir a patrullar, a reconocer el lugar y empezar a familiarizarse con el escenario de combate.
Su primera tarea fue llevar provisiones a las tropas del RI7, sus compañeros, que estaban desplegadas en los alrededores de Puerto Argentino. Para Lucho todo era como si viviera en el medio de una película, sin embargo, había un tema que lo seguía obsesionando, aún en el medio de ese escenario fantasmagórico. ¿Cómo vamos a hacer para conseguir una radio para poder escuchar el mundial?
Llegó a la noche y no se podía dormir. Faltaban casi dos meses para el partido inaugural del 13 de junio. Pensaba que a lo mejor esto de la guerra terminaba enseguida, que por ahí los ingleses se daban cuenta que era al pedo seguir ocupando unas islas que a ellos no les servían para nada, que les quedaban a más de 14.000 km, ¡14.000 km! Seguro que ahora si aflojaban y decían “¡ma’ si, que se las queden; para que nos sirven!” Pero no, estos son piratas, siempre lo fueron, nunca entregaron nada por las buenas, siempre te roban y sino mirá lo que pasó en el 66’, en Wembley, cuando nos afanaron un partido que los podía haber dejado afuera del mundial; ¡de su mundial! No, estos van a venir, no se la van a aguantar…
- Che, “Viejo”, lo despertó a Ramírez como siempre que algo lo angustiaba.
- ¿Qué pasa Lucho?, masculló el “Viejo” fastidiado otra vez por su incansable compañero.
- Escuchame, en serio, ¿Cómo vamos a hacer, pensaste algo?
- ¿De qué me hablas, Lucho, si pensé algo de qué?
- Del mundial, de la radio, ¿De dónde la vamos a sacar?
- ¡Dormite hincha pelotas, estoy muerto, mañana vemos, pero no me jodas más!
Lucho se quedó callado. Sabía que cuando el “Viejo” tenía sueño, joderlo era una misión suicida. Se quedó mirando al techo sin poder dormir, pensando, imaginando, soñando con el primer partido…
Al otro día, antes de ir a la “ranchada” lo agarró el “Viejo” y se lo llevó para un costado.
- Lucho, en serio, dejate de joder. ¿No ves que esto es una guerra de verdad?; ¿ No te diste cuenta todavía? Pará con eso del mundial que de acá por ahí nos sacan con los pies para adelante. ¡Date cuenta Viejo!
Lucho lo miró asombrado. Nunca lo había visto así. Se dio cuenta que se lo decía bien, con cariño, pero también con la seriedad de los que saben que las cosas se iban a poner jodidas. Ahí le cayó la ficha de la gravedad de lo que estaban viviendo... Ya está. Ya entendí, pensó. Pero fue solo un instante. Enseguida volvió a la carga.
- Está bien “Viejo”, tenés razón. La verdad es que estoy medio obsesivo, desubicado, pero entendeme, para mi no es una boludez. ¿Sabés que pasa?, yo tenía que estar en este mundial, yo iba a viajar con los pibes del Sub-20 a hacer de sparring de la Selección. Desde el año pasado que lo sabíamos, pero en octubre me fracturé el tobillo y quedé afuera. El día que los pibes tomaron el avión para España, a mi me llegó el telegrama para la colimba. ¿Qué querés que haga?, por lo menos si lo escucho es como si estuviera con ellos. Pero tenés razón, me tengo que dar cuenta que esta es una guerra.
El “Viejo” lo miró como siempre, no quería que lo viera aflojar, no podía dejar que Lucho se sintiera desprotegido, solo le contestó:
- Está bien, rompe bolas, dame un par de días a ver qué puedo hacer…
Lucho no volvió a hablar del tema. Los días transcurrían en medio de una llovizna persistente que calaba hasta los huesos. Cada vez anochecía más temprano y el frío se iba haciendo más intenso. El R.I. 7 se había completado con el último contingente que llegó en los Hércules y se preparaba para la misión que tenía encomendada, que era defender los Montes que circundan Puerto Argentino.
Hasta el 1º de mayo, la guerra era todavía un hecho lejano. Pero ese día, mientras recorrían las posiciones, desde Longdon pudieron verla en carne viva.
Detrás de los montes aparecieron los Mirage y los Skyhawk, y se mandaron a toda velocidad hacia tres buques ingleses que bombardeaban la costa. El ataque fue inesperado. No se la vieron venir. Los bombazos de la escuadrilla les pegaron a las tres embarcaciones que huyeron hacia el sur, envueltos en llamas.
Los gritos de Lucho y sus amigos, los saltos de los soldados que presenciaban la escena, parecía como si Argentina hubiese ganado el mundial; “¡Les dieron, les pegaron de pleno, mirá como rajan! “ gritaba Lucho abrazado al “Negro” Carracedo.
A la noche no podía dormir de la excitación que tenía: “¡Qué bueno que estuvo! ¡Cómo se escaparon los piratas! A lo mejor se achican y se van. Quien sabe, pensaba cuando en la oscuridad la voz de Ramírez lo trajo de vuelta de aquellas imágenes de la tarde.
- “Che, Lucho, estirá la mano, tomá”.
Entonces vió como el “Viejo” sacaba de abajo del colchón una radio Spika, de color amarillo, chiquita, un poco más grande que un atado de cigarrillos.
- “Guardala bien, que no te la vean, que sino, ¡vamos en cana los dos!. Mirá que se la afané a unos kelpers que la dejaron en una ventana”.
Lucho no lo podía creer. ¡El “Viejo” consiguió una radio para escuchar el mundial! Saltó de la cama y le dio un abrazo que le hizo crujir los huesos.
- “¡Pará guanaco, que va a venir el sub y nos va a cagar a pedos! ¡Ahora dormite y no jodás más!”
Esa noche durmió abrazado a la “Spika”, soñando con el 13 de junio, con Argentina, con Diego, con el campeonato...
Los días siguientes ya la guerra era una cuestión de todos los días. Para fines de mayo el R.I. 7 tomó posición en Monte Longdon. Lucho, Carracedo y Ramírez estaban a cargo de un mortero. Cuando se instalaron, se dieron cuenta que no podían tener una trinchera porque sino no podían accionar el mortero. No quedaba más remedio que quedarse a cielo abierto, solo con una “carpita” (en realidad dos cachos de trapo agarrados con piedras sobre el suelo pelado) sin ningún tipo de resguardo.
A Lucho eso no le importaba. El rigor de la guerra, el clima, la falta de comida, eran cosas a las que ya se había acostumbrado. Lo importante era que la Spika andaba al pelo. Mejor en la altura del monte que en Puerto Argentino. Agarraba mejor la onda de Radio Provincia y con un alambre que le agregó a la antena, se escuchaba casi perfecto.
Desde el 8 de junio los combates se hicieron cada vez más intensos. Los batallones de paracaidistas ingleses seguían bajando y se agrupaban en la base del monte. En cualquier momento iban a empezar a subir la ladera. Lucho, el “viejo” y Carracedo seguían en sus puestos alejados del resto de los muchachos que estaban en una trinchera 50 metros más abajo.
El 11 y el 12 los bombardeos de la artillería sobre Kent, Longdon y Tumbledown parecía que aceleraban la ofensiva de las tropas inglesas. La vanguardia pirata ya estaba a menos de 500 mts y los paracaidistas eran cada vez más numerosos.
Sin embargo, el 13 a la mañana casi cambia todo. Siete aviones Skyhawk lanzaron sus bombas sobre el monte Kent donde estaba el comando inglés. Desde Longdon, Lucho sintió que la cosa se podía dar vuelta. Escuchaba a los ingleses gritar y maldecir y después hubo largas horas, hasta el mediodía, en que todo fue silencio.
Mientras Ramírez y el “Negro” manejaban el mortero, Lucho se fue a la “carpita” a sintonizar la radio. Era casi el mediodía y en Barcelona la Argentina empezaba contra Bélgica su sueño de campeón.
- Ahí está, ya empezó… les gritó Lucho a sus amigos que miraban el cielo expectantes. “¡Vamos Argentina carajo!, ustedes despachen a los Belgas que nosotros, acá, nos comemos a los gurkas”, le gritaba a la radio como si lo pudieran escuchar.
Lucho iba y venía, del mortero a la “carpita”. El combate se había reiniciado pero ahora la ofensiva era nuestra. Hasta que en una de esas idas y venidas la radio trajo el grito inesperado: “Gol, gol de Bélgica, Vanderbergh, gol de Bélgica, 17 minutos, Bélgica 1- Argentina 0”. No podía ser ¿¡Gol de Bélgica!? ¿Por qué a nosotros?, ¿con Diego, al Campeón del 78, justo ahora que nosotros, acá, vamos ganando? ¿Justo ahora aparece este Vander… de las bolas? No lo podía creer.
El “Viejo” y Carracedo dejaron de tirar, se sentaron en el suelo y lo miraron desconsolados: “¿En serio, Lucho, gol de Bélgica? ¿Puede ser tanta mala leche”?.
Se sentaron al lado del mortero, a fumarse un cigarrillo sin decir una palabra, pensando en quien sería Vander… no sé cuánto que nos había embocado.
No lo podían creer. Por un momento se apagaron todos los sonidos como si de repente la guerra hubiera terminado. Fue tan solo un momento, un descuido momentáneo, suficiente para que un Sea Harrier pudiera aproximarse y descargar su carga mortífera, al “Viejo” y al “Negro” les dio de pleno y a Lucho el rebote de una esquirla en las piedras le atravesó la columna. Mientras veía a sus amigos desangrándose a cuatro metros, inmóvil, aferrado a la radio con el último aliento, Lucho alcanzó a escuchar al gordo Muñoz gritando desde la Spika: “¡Final del partido! Bélgica 1 – Argentina 0, Vandenbergh a los 17 minutos del segundo tiempo, adelante ustedes en Argentina…”
- ¡ Lucho, Lucho, eh nene! ¡¿No escuchas, que te pasa?!
- Si vieja, discúlpame, estaba escuchando la radio con los auriculares y no te oí, ¿Qué pasó?
- Te estoy llamando hace como 10 minutos, vení, mirá, están repitiendo los goles del Diego.
- Ahí voy, vieja, me levanto y voy.
- ¡Ah! También volvieron a pasar a tu hermano con la barra del “Abuelo” corriendo a los ingleses envuelto en una bandera Argentina. ¡Era el Rulo! Tu papá lo vió más clarito, era él, y dice que le pareció que mientras le sacudía un palazo a un colorado grandote, le gritaba: “Esta es por mi hermano, sorete, es por los pibes…”
- Lucho se sonrió. El viejo siempre agregando cosas a sus historias, pensó.
- Ahí voy vieja, guardo la “Spika” y ya voy…

P/D:
Malvinas no sólo fue una guerra. Fue una nueva herida en un cuerpo social que venía lacerado, una nueva generación que sufría la muerte y la derrota como habíamos sufrido la generación anterior a Malvinas.
El heroísmo y las actitudes miserables convivieron durante aquellos dos meses y medio de dolor y frivolidad.
Parece increíble pensar desde hoy que mientras la Argentina estaba en guerra, mientras los pibes peleaban por nosotros, la Selección Nacional participaba del mundial de España sin siquiera tener un gesto solidario y encima, como paradoja del destino, esa selección de estrellas y campeones mundialistas no fue capaz de luchar y dedicarle la victoria a ese grupo de soldados que morían por la Patria, en las Islas irredentas. A 30 años de aquella gesta ¡GLORIA A LOS HÉROES DE MALVINAS!

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